Me puse de pie de un salto como herido por el rayo me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba gravemente.
Me pedía que le dibujara un cordero, pero desde la edad de 6 años no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario